Parador de Santo Estevo

El parador de Santo Estevo en Galicia es un monasterio que se remonta al siglo VI, con 77 habitaciones decoradas en un estilo moderno

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Tuve el privilegio de hospedarme en el Parador de Santo Estevo y no podría estar más satisfecho con mi experiencia. Desde el momento en que llegué, fui recibido con una cálida bienvenida y un servicio impecable que se mantuvo durante toda mi estancia. El Parador en sí es una joya arquitectónica, ubicado en un antiguo monasterio del siglo VI que ha sido restaurado con gran detalle y respeto por su historia. La combinación de la estructura histórica con las comodidades modernas crean un ambiente único y encantador. Mi habitación era espaciosa, elegante y estaba impecablemente limpia. Disfruté de unas vistas impresionantes del paisaje circundante, que era simplemente espectacular. Los jardines bien cuidados y los tranquilos alrededores hacen de este lugar un refugio perfecto para aquellos que buscan relajarse y desconectar del bullicio de la vida cotidiana. El personal del Parador se esforzó al máximo para garantizar que mi estancia fuera perfecta. Siempre fueron atentos, amables y dispuestos a ayudar con cualquier solicitud o pregunta que tuviera. Desde el personal de recepción hasta los camareros en el restaurante, todos hicieron un trabajo excepcional. Hablando del restaurante, la comida fue una delicia. Los platos estaban cuidadosamente preparados, utilizando ingredientes frescos y locales. Cada comida fue una experiencia culinaria de primer nivel, y recomiendo encarecidamente probar los platos tradicionales de la región. Por último, pero no menos impor

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Una maravilla, no dejeis de ir. Un sitio maravilloso, con un comedor espectacular y una cafetería con mesas que dan al claustro grande. Todo el edificio es una maravilla y la habitación estupenda. La atención de todos los empleados muy buena

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Vale la pena.. Las instalaciones un parador de nesueño que no te cansas de disfrutar. El entorno unas rutas para caminar incréibles con una naturaleza desbordante. Fuimos en Junio, el olor de las flores de los castaños muy potente invadía toda la zona(para alguien seguro que demasiado potente, no para mi), los paisajes, la gastronomía, la gente, no se puede pedir más.

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Impresiona la vista del parador en cuanto aparece en el estrecho descenso que llega hasta él. Si duda, es el mejor parador en el que hemos estado mi pareja y yo. Voy a destacar: su excelente servicio; su impresionante salón comedor, con techos que alcanzan más de 15 metros. Desayunos muy correctos y estupendas cenas. Relajantes rincones en su interior. En uno de ellos, puedes contemplar el amanecer sobre un mar de arboleda (creo que son castaños, fresnos...) y escuchar el canto de las diferentes especies de aves que habitan en los Cañones del Sil.

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Edificio espectacular, con unas vistas tremendas sobre el valle. Las habitaciones son correctas, algunas mejor que otras. Tienen un servicio de cafetería bien para tomar algo ligero y un restaurante muy bonito que no probamos.

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El parador se sitúa en un monasterio que es patrimonio nacional. Impresionante edificio con tres claustros. La restauración del edificio para acoger el hotel me pareció espectacular. Hay varios tipos de habitaciones. La estándar está bien sin ser grande ya que hay que tener en cuenta que tienen que adaptarse al edificio. El restaurante muy bonito y muy rico todo. El personal amabilísimo. La ubicación es inmejorable. El paisaje de la Ribeira Sacra es espectacular. Es muy recomendable coger el paseo en barco por el río.

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Lugar de lo oculto y de lo desconocido. Un halo de misterio lo envuelve, sus salas solitarias, los espacios amplios de los claustros, los largos pasillos y la presencia abrumadora y eterna de sus bosques. Nuestros pasos perdidos por sus espacios, muchas veces adornados con los símbolos de lo sagrado y otras de lo profano, como en su magnífico y relajante spa. La estancia en este Parador posee las dimensiones de una experiencia secreta por la historia profunda que encierra. El espacio arquitectónico, con sus majestuosos claustros, sus columnatas clasicistas, mezclado con objetos de la vida cotidiana y con otros del pasado, nos transportan a un mundo espiritual y estético fuera del tiempo y del espacio. Precisamente porque nos hablan de una dimensión profunda de nuestro ser, nos descubren nuestro pasado.

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