Bar Hogar del Jubilado

Cuando eres músico en ruta, el lugar donde caes a comercenar siempre es una lotería que conjuga el puro azar de la elección y la esperanza (sin ponderación racional) de pasar un rato agradable y distendido previo a la actuación. Sucedió a medias en el casi desastre post cena pre concierto de Briones (reseña 7 febrero), donde una canoa desdeñosa y mendaz por poco arruina una noche salvada en último término por un faro de esperanza sin nombre comercial... Pero no hablemos del pasado, sino del presente, un presente que la banda aún paladeamos con el regusto más que agradable de la sorpresa que el destino nos brindó en el Pa&Pi de Pradejón (en la puerta nombrado Con mucho gusto, si no me falla la memoria). No hay ironía en estas palabras sino la literalidad emocional de unos ciudadanos viajantes agradecidos por el excelente menú y un servicio maravilloso, amabilísimos el chico y la chica que nos atendieron, con un par de detalles de despedida que no olvidaremos (aún conservamos los claveles). No me detengo en la comida más que para comentar simplemente que estaba colosal: un menú del día directo y al grano, abundante, sin fuegos artificiales y sí con mucho cuajo de quien se ha decidido a que su comensal salga con la alegría en el rostro. Fue luego una gran tarde de concierto, y podemos extender a un gran día por Pradejón, gracias al trato cordial de todo aquél con quien nos cruzamos, y en particular de los chicos de este bar. Gracias de verdad. PD: Y

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No es un restaurante al uso y es por ello que sorprende aún más lo bien que se come ahí. Menú del día con tres primeros y tres segundos a elegir. Cocina muy sabrosa, muy bien emplatada y muy buen servicio. Los postres caseros brutales. Probamos la Tarta Lotus y la Tres Chocolates y ambas exquisitas. Sitio muy limpio y acogedor. Muy recomendable.

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Excelente comida y trato. Menú variado y tapas muy ricas. Un equipo muy servicial y acogedor.

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Se come como en casa el ambiente es para todas las edades y a cualquier hora

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Llegamos un poco tarde y pregunté si daban de cenar. Me dijeron que no, pero no paraban de sacar platos. Me tiré quince minutos en la barra, para pedir las bebidas, y ninguno de los cuatro ¿camareros? que estaban dentro se dignaron a mirarme. Para no volver

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